viernes, 10 de febrero de 2012

Contacto con el más allá por medio del teléfono móvil.

Una experiencia espiritual.

Ya he contado en otras ocasiones que a veces siento una presión en el interior del oído izquierdo y que cuando eso me sucede es porque hay algún ser espiritual que está en contacto conmigo y quiere hacérmelo saber. Esto es algo que he podido comprobar muchas veces. Por la intensidad de esa presión, puedo saber si es mi hija, si hay alguien más con ella, o si ella no está. Algo parecido me pasa con mi hijo, pero en ese caso, en vez de una presión, lo que siento es un cosquilleo.

Lo que quiero contar, es que hace ya algunos años, concretamente en el primer trimestre del año 2003 –tres años después de que Elena volase hacia su Nueva Vida- estaba un amigo pintándonos la casa. Aquella tarde, poco antes de que mi amigo diera por terminada su jornada, vino a casa su hija Cristina.

Cristina es de la misma edad que Elena y eran muy amigas. La marcha de Elena supuso un gran desconcierto para Cristina. Esta niña sufrió muchísimo con esa experiencia temprana, tenía 12 años recién cumplidos y, como digo, fue muy difícil para ella, asimilar que su amiga había dejado esta vida. Para nosotros, adultos, es difícil, suponer cómo será su duelo de una jovencita que prácticamente está empezando a despertar a la vida. Baste por lo tanto que sepáis el estado emocional de esta niña.

Bien, pues aquella tarde, cuando Cristina se acercó para darme un par de besos, surgió esa presión en mi oído. Era muy fuerte, como si me estuvieran gritando. Sabiendo que venía de Elena, intuí que lo que me estaba diciendo era que quería hablar con su amiga. Pero en aquel tiempo yo tenía poca experiencia aún con El vuelo de la mariposa y en vez de decir a Cristina que Elena quería hablar con ella, propuse a mi hija que, ya que hablaba continuamente con mi mujer, se lo dijera a ella y así estar seguro que era eso lo que me estaba diciendo.

Después, la niña fue a la cocina para saludar a Ana Mari –mi mujer y poco después el padre y la hija se marcharon. El caso es que Ana Mari no me dijo nada, ni estando ellos, ni después de irse, por lo que tampoco yo di más importancia al suceso.

A la mañana siguiente, lo primero que hizo Ana Mari al despertarse fue decirme que “Ayer, cuando vino Cristina y me dio un beso, no veas cómo me pitaron los oídos”. Lo cierto es que era la primera vez que le pasaba eso, porque la niña hablaba con ella directamente, en cualquier lugar y en cualquier momento, sin necesidad de “un aviso” para que prestase atención. Entonces le conté lo que había pasado conmigo y lo que le había propuesto a Elena. Pero que como no me dijo nada, dejé la cosa como estaba.

Unos días más tarde, guiando un vuelo a una señora, cuando ésta hablaba con Elena, recordé lo que había pasado y pregunté a la niña si quería hablar con Cristina. La señora me dijo que respondía sí, que era su amiga y que tenía que decirle algo muy importante. Aclaro que la señora no sabía quien era Cristina y menos aún la relación que tenían entre ellas.

Entonces, tras esta confirmación, hablé con los padres de Cristina contándoles todo lo que había pasado y, además, les di una copia de la grabación de El vuelo de la mariposa para que ellos decidieran qué hacer con todo ello. Acordaron decírselo y que la niña decidiera. Pero ella pensó que no y no se volvió a comentar nada más.

Había pasado un año desde entonces. Estábamos Ana Mari y yo en una cafetería, cuando sonó su móvil. Era María José, la madre de Cristina. La conversación se desarrolló más o menos así:
.- Ana Mari descuelga y dice: “¿Diga?”
.- María José: Hola, que le llamo porque acabo de recibir tres mensajes vacíos desde ese teléfono y, claro, siendo algo extraño me ha chocado.
.- Ana Mari: Pero, Mari Jose, que soy Ana. ¿No sabes que me estás llamando a mí?
.- María José: ¡Ay, Ana! No, no sabía que eras tú. Es que se me perdió el móvil y ya no te tengo en mi lista de contactos.
.- Ana Mari: ¡Ah! Jejeje…
.- María José: Pues es que resulta que me acabas de enviar tres mensajes sin texto, con un intervalo de dos minutos y he pensado que serían de alguien que me quiere tomar el pelo. Así que me he dicho, voy a llamar a ver quien es el gracioso o la graciosa, jejeje…
.- Ana Mari: Yo no he enviado ningún mensaje. De hecho aún no he enviado ninguno desde que tengo el móvil y no sabría hacerlo.
.- María José: Pues no sé. Qué raro, ¿verdad?
Ana Mari me comenta lo que María José le está diciendo y los dos pensamos que Elena estaba por medio. En aquél tiempo, la niña nos bombardeaba con señales.
.- Ana Mari: Pues sí. No sé. …Esto me suena a cosa de Elena, jejeje…
Se ríen y lo dejan ahí. A continuación se lían a charlar de sus cosas. Y María José comenta que está preocupada porque Cristina quiere irse de acampada el próximo fin de semana. Es la primera vez y como está tan delicada, su padre y yo, no nos atrevemos a dejarla ir. Entonces Ana Mari le dice que la dejen, que seguro que lo de los mensajes vacíos ha sido cosa de Elena, para decirles que va a estar al lado de su amiga y que se queden tranquilos, que todo va a ir bien.
Siguen charlando un ratito y ya se despiden. Esto sucedía un jueves. La acampada era a partir del viernes. Cristina disfrutó de su fin de semana sin ningún problema.

Cuatro días después, el lunes por la mañana, estábamos Ana Mari y yo, otra vez en la misma cafetería, y sonó el móvil. De nuevo, era Maria José:
.- Ana Mari: Dime Marijose
.- María José: Oye, Ana, me acaban de llegar otros diecisiete mensajes vacíos desde tu móvil, jejeje…
Eso ya era demasiado serio.
.- Ana Mari: Marijose, aquí mismo hay una tienda de Vodafone y ahora mismo voy a ir con el móvil a ver qué me dicen, porque yo no lo he tocado y no vaya a ser que como lo llevo en el bolso, hayan podido enviarse los mensajes mientras andaba. ¿Y tu niña, qué tal le fue su excursión?
.- María José: ¡Nada!, muy contenta. Dice que lo ha pasado muy bien y no ha habido ningún problema. ¡Por cierto! Dice Cristina que las dos noches ha soñado con Elena. Luego le digo que os llame y os lo cuente.

Se despidieron, y nos fuimos hacia la tienda de telefonía.
Yo me quedé en un establecimiento de venta de alimentos para animales, que trabaja una amiga nuestra y Ana se fue a la tienda de Vodafone, que estaba justo al lado.

Cuando se reunió con nosotros, nos contó que le había dicho la dependienta, que era imposible que los mensajes se hubieran enviado solos desde el bolso. Y terminó comentando en broma “que eso era cosa de “Expediente X”, una serie que por aquel entonces ponían en la televisión. Ana Mari, le contó que tenía una hija en el Cielo y que sería cosa de ella.
Nos dijo que la dependienta se puso blanca y que no sabía si le impresionó más el saber que la mujer que estaba delante tenía una hija en el Más allá, lo que había pasado con el móvil, o las dos cosas. Nos reímos, contentos y después de estar un ratito con nuestra amiga, nos fuimos a casa.

Por la tarde nos llamó Cristina y nos contó lo de los sueños con Elena. Nos dijo que los sueños de aquellos dos días fueron iguales. Que ella estaba haciendo la cama de su habitación y que al terminar, resulta que estaba Elena sentada en la cama y que se ponían a hablar. No dio más detalles, ni sé si habría algo más que contar y se lo guardó –ya sabéis esas cosas de los niños que guardan como un secreto.

Debido al modo de tarifa del teléfono de Ana Mari, recibía todos los meses la factura del consumo. Así que después de lo sucedido, esperábamos la próxima ‘como agua de mayo’. Por fin llegó y comprobamos que efectivamente quedaron reflejadas las llamadas de los mensajes que, según nos había advertido nuestra amiga, estaban oportunamente reflejadas en la factura, como podéis comprobar en las dos partes de la factura que adjunto a este relato.

Pero esto no termina aquí, aún hay más, aunque, como veréis, lo que sigue es bastante serio por lo que tiene de trascendente.

Como consecuencia de los nuevos mensajes en el móvil de su madre y, supongo, también por los sueños que tuvo la niña aquellas dos noches durante su excursión, se decidió a hacer El vuelo de la mariposa, “porque quería hablar con su amiga”. Sus padres estuvieron de acuerdo y quedamos en mi casa para unos días más tarde.

Llegó el día y nos reunimos Cristina, su madre, su hermana –tres años mayor que ella, dos amigas mías especialistas en el tema del Más allá, mi mujer y yo.
La niña conectó con mucha facilidad. Fue muy emocionante verla suspirar, reír y llorar, todo a la vez. Su “vuelo” estuvo también salpicado de momentos de silencio, en los que la veíamos gesticular moviendo la cabeza, como si estuviera conversando con alguien a quien nosotros no veíamos. Cuando terminó se experiencia, la niña, que por aquel entonces, ya tenía dieciséis años, estaba relajada, contenta y su ademán era sereno y reflexivo.

Al día siguiente, vino a casa la hermana mayor. Nos contó que, el día que Cristina estuvo en nuestra casa, que la estaba pintando su padre, acababa de salir del hospital. Que la habían ingresado para hacerle un lavado de estómago, porque se había atiborrado de pastillas.
Entonces comprendimos que el interés de Elena por hablar con su amiga, iba más allá de un encuentro motivado por el cariño que las unía, sino que era una misión especial, seguramente dirigida por un ser de alto nivel espiritual.

Podéis ver la factura (dos hojas) en la dirección Web de más abajo.
Para poder ver el texto de la factura, mirar las dos hojas en modo de “presentación”. También podéis hacerlo copiándolas en el escritorio del ordenador y una vez allí, abrirlas con “Visor de imágenes y fax de Windows”, de esta forma se pueden ampliar lo suficiente como para distinguir el texto claramente.
http://cid-5442ca12f801b298.skydrive.live.com/redir.aspx?page=play&resid=5442CA12F801B298!2433


Jose luis de la Rica
Madrid 4 de Octubre del 2010

P.D. En esta dirección Web, podréis ver “Los hijos que parten con la aurora”
http://www.youtube.com/watch?v=dzj3-is5Q_w&fs=1&hl=es_ES&color1=0xe1600f&color2=0xfebd01

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