viernes, 10 de febrero de 2012

Una experiencia de “El vuelo de la mariposa”. La mascota de Nesty.

Una experiencia de “El vuelo de la mariposa”. La mascota de Nesty.

Mediante esta experiencia nos comunicamos con los seres queridos traspasados.
Voy a contar lo que sucedió durante una experiencia con Vuelo de la mariposa. Veremos que una vez más se confirma que la muerte no separa lo que ha unido el Amor, y que ese lazo es tan poderoso que, además de unir a las personas más allá de la muerte, actúa de la misma forma con nuestras mascotas
Aquel día, había quedado en mi casa con una joven que quería comunicarse con su sobrino. Era ésta su segunda experiencia… Pero, antes de continuar, permitidme que puntualice algunos antecedentes, necesarios para hilar el relato.
En su primera vivencia con Vuelo de la mariposa, además de conectar con su sobrino, pudo también comunicarse con Nesty; un chico cubano que vivía en Canarias con su hermana y que había fallecido recientemente. Coincidió que cuando se produjo el óbito estaba con ellos la madre, que se había desplazado desde su tierra, para pasar una temporada en España.
Un par de meses después de aquel primer contacto, me telefoneó la madre, para decirme que tenía que regresar a Cuba y que se sentía muy triste porque dejaba aquí a su hijo.
Le aclaré que ahora su hijo no estaba en un lugar o en otro, sino que permanecía en los corazones de todas las personas que le aman, y que su hijo estaría con ella en Cuba, sin por ello dejar de estar con su hermana. Aunque no terminó de asimilarlo, saber esto le animó un poco.
Coincidió que unos días antes de esta conversación, había quedado con la joven protagonista de este relato para intentar una segunda experiencia. Si bien la primera vez le había mostrado la fotografía de Nesty con el propósito de entrevistarnos con él, en esta ocasión ni tan siquiera lo había pensado. Sorprendentemente sin embargo, fue Nesty quien se presentó llegó y nos dijo que en esta ocasión el sobrino de la joven no vendría.
Estábamos hablando con él, cuando recordé la conversación que había mantenido con su madre recientemente, y le pregunté:
-“Nesty, ¿tú estás ahora en Cuba con tu madre? –Sí-, respondió.
-¿Y con tu hermana en Canarias? –Sí-, volvió a decir.
-¿Y con nosotros aquí ahora? -Sí...
Entonces, sin darme tiempo para volver a preguntar, extendió sus manos, y mostrando a la joven un perrito dijo: -¡Y con éste!
Seguidamente le pregunté:
-¿Y ese perrito dónde estaba, en Canarias o en Cuba? –En Cuba-, contestó.
Cuando terminamos El vuelo… escribí un e-mail a su hermana contándole lo que había pasado.
Cuando al día siguiente abrí el correo, tenía dos mensajes. Uno lo enviaba la hermana y el otro la madre desde Cuba. Ambos confirmaban la información que nos había dado Nesty: Efectivamente, cuando un par de días antes, la madre llegó a Cuba, se enteró que el perrito de su hijo había muerto. La familia había decidido no decírselo para evitarles el disgusto. Por esa misma razón, la madre aún no se lo había contado a la hija.
Es decir, la hermana se enteró de lo sucedido con la mascota de su hermano, cuando leyó el mensaje que yo le envié. Una información que yo supe porque nos lo contó él mismo.
Una información que apoyaba no sólo la realidad del contacto con una persona traspasada, sino que, una vez más, manifestaba que las mascotas nos siguen más allá de la tumba.
jose luis de la Rica. elvuelomariposa@gmail.com

Confirmaciones contrastadas de El vuelo de la mariposa del 05. 02. 2011.

Confirmaciones contrastadas de El vuelo de la mariposa del 05. 02. 2011.

En una experiencia de El vuelo de la mariposa ocurrida un par de meses antes, Isabel se entrevistó con Miguel, padre de Jaime y tío de Marina. Miguel falleció hace dieciocho años.
En aquel vuelo, vino Miguel montando un caballo que, aunque no explicó la razón de aparecerse de esa guisa, sí dejó intuir que lo hacía por una razón importante para él.
Resulta que tanto al hijo como a la sobrina, el detalle del caballo no les “sonaba” de nada. Así que, en cuanto Isabel –que fue la persona que conectó con él en aquella ocasión- tuvo una nueva oportunidad durante el vuelo del 05. 02. 2011, le preguntó por el tema del caballo y…
Bueno, mejor seguir leyendo el mensaje que Marina (la sobrina) ha compartido con nosotros. Y a continuación leer el que nos ha hecho llegar Jaime (el hijo).

1º. Mensaje de Marina: Queridos amigos, es importante para mí y, creo que para todos, poder compartir lo que ocurrió en el vuelo del 05. 02. 2011.
Al final del vuelo Isabel es acompañada por Jorge (esposo de Letty) y por mi tío Miguel (padre de Jaime Tuzón, que se ha unido a nuestra red recientemente). Isabel le pregunta a mi tío Miguel cuál es el significado de que en su vuelo anterior, él hubiera aparecido con un caballo. Mi tío le contesta que su padre (mi abuelito) le llevaba de pequeño a una cuadra de un amigo suyo y que éste tenía un caballo que le gustaba mucho.
Hoy he llamado a mi madre para confirmar el mensaje. Le he preguntado: "Mamá, el abuelito tenía un amigo que tenía una cuadra y llevaba al tío Miguel cuando era niño a ver los caballos?".
Mi madre no duda ni un segundo y me dice "sí, cuando vivíamos en Barcelona, el abuelo tenía un amigo que tenía una cuadra con caballos y carros y el tío Miguel iba con él siempre porque le encantaban los caballos". Imaginaos como me he quedado, muy emocionada.
Enseguida he llamado a Jaime y se lo he contado, se ha quedado de piedra!!!!
Quería compartiros esto porque creo que es importante que contrastemos la veracidad de los mensajes que nos dan desde el azul. Ya no consiste en creer o no, es que es asi!!!!!! Los tenemos a todos esperándonos y nos envían mensajes para que nos demos cuenta que no acaba todo aquí, que los que dejaron este mundo siguen VIVOS y en estrecha relación con nosotros!!!!!!!
Gracias a todos por leerme y un beso querida familia!
Marina.

2º. Mensaje de Jaime Hola, quería comentaros acerca de un mensaje que me transmitieron tanto Isabel como Rubén durante el vuelo de la fecha: 2011.02.05. El primero fue Rubén que vio a mi padre escribiendo en un escritorio una nota que parece ser que tenía que recoger yo, el segundo fue de Isabel, en el que decía que para encontrar la nota, fuéramos a ver el antiguo escritorio de mi padre, el cual no veía desde hace más de 10 años por varias circunstancias. El caso es que entre las ganas que tenía y que se alinearon los astros, por fin pude ir junto con mi prima Marina a ver el escritorio en cuestión y en principio parecía que lo habían vaciado y no había nada de valor. Al rato fui a ver unos libros de mi padre al cuarto de al lado y parece ser que cuando vaciaron el escritorio se había traspapelado un sobre que estaba junto a esos libros.
Imaginaos mi sorpresa cuando vi que el sobre contenía unas notas escritas por mi padre durante sus últimos años de vida. Son citas célebres y refranes que fue recopilando durante un tiempo y los guardó en un sobre para que no se perdieran.
He escrito esto con la mayor objetividad posible y tratando de ser totalmente fiel a la realidad. No os voy a decir cómo me quedé porque os lo podéis imaginar, pero cuando se lo dije por teléfono a mi prima Marina, ya que se había tenido que ir a por su “nano”, se quedo gélida (jajajaja…, un beso prima)...
En fin sólo agradeceros a los dos por los mensajes, a Jose Luis por la energía que invierte en ayudar a tanta gente de manera totalmente desinteresada y a todos los que estáis en los vuelos.
Un abrazo.
Jaime.

Una nueva terapia revolucionaria para tratar el duelo. (IADC)

UNA NUEVA TERAPIA REVOLUCIONARIA PARA TRATAR EL DUELO

http://induced-adc.com/

http://general.mindstudies.com/

Básicamente hay dos explicaciones para una nueva y revolucionaria terapia para tratar el duelo descubierta por el Dr. Allan Botkin, un psicólogo clínico que ejerce en Libertyville, Illinois. O los pacientes con duelo alucinan o entran en contacto con los muertos.

La terapia, denominada “Comunicación inducida con el más-allá” (Induced After-Death Comunication – IADC) provoca que los pacientes vean a sus seres queridos fallecidos y se comuniquen con ellos y, ocasionalmente, también con sus enemigos ya muertos. La IADC es una evolución de la terapia de “Desensibilización y reelaboración mediante movimientos oculares” (Eye Movement Desensitization and Reprocessing - EMDR) que fue descubierta en 1987 por la Dra. Francine Shapiro, de California. Tal y como explica en su sitio web, Shapiro estaba un día paseando por un parque cuando se dio cuenta de que los movimientos oculares parecían reducir las emociones negativas asociadas con sus propios recuerdos dolorosos. La experimentación dio como resultado el procedimiento que inicialmente denominó “Desensibilización mediante movimientos oculares” (EMD).

En la EMDR, después de haber analizado profundamente el problema emocional del paciente y desarrollado un plan de tratamiento, el paciente y el terapeuta se centran en los sucesos dolorosos que, aparentemente, han provocado su trastorno emocional. Se instruye al paciente para centrarse en una imagen concreta o pensamiento negativo mientras, simultáneamente, mueve los ojos de acá para allá, siguiendo los deseos del terapeuta, que se mueven alrededor del campo de visión del paciente durante 20º 30 segundos. Se pide el paciente que deje su mente en blanco y tome nota de cualquier pensamiento, imagen o recuerdo que se le presente. Después, se le pide que se centre en un concepto positivo, identificado como tal al principio de la sesión, y de nuevo en el suceso emocionalmente doloroso. Tras varias series de movimientos oculares, los pacientes refieren, generalmente, crecimiento de su confianza en el pensamiento positivo y disminución del trastorno emocional.

En la terapia IADC se pide a la persona que está sufriendo por la muerte de alguien que durante los movimientos oculares se centre directamente en la tristeza. Una sesión típica de IADC conlleva que el paciente ve a la persona fallecida, que ésta le comunica que todo va bien y que no hay motivo para afligirse. En muchos casos, el fallecido aporta información desconocida previamente para el paciente. El terapeuta trabaja con personas de todas las creencias, incluidos ateos y escépticos. Al final, la mayoría de los pacientes superan su dolor.

Botkin está razonablemente seguro de que los muchos pacientes que se han beneficiado de la terapia no sueñan, ni imaginan, ni fantasean ni alucinan, pero prefiere no especular sobre si los pacientes entran realmente en contacto con el mundo espiritual. Sea cual sea la explicación, la terapia, según Botkin, funciona en el 70 % de los casos.

“Como psicólogo que se interesa básicamente en curar a la gente que sufre profundamente, tengo por principio no ocuparme de los argumentos de las creencias” explica. “Creyentes y escépticos llevan mucho tiempo inmersos en su pelea. Creo que si tomara partido y me colocase de uno de los lados sería más difícil para mí ayudar a quien lo necesita”.
Más aún, Botkin precisa que su posición neutral permite al paciente interpretar la experiencia sin ser influenciado por la creencia del terapeuta.

Aunque Botkin descubrió la IADC en 1995, su trabajo hasta hace tres años como psicólogo en el Departamento de Veteranos le impidió promocionarla activamente entre sus colegas y dirigir la atención del público sobre ella.

La terapia contra el duelo aceptada desde hace muchos años ha sido la de extinguir los lazos emocionales con los fallecidos, del tipo “están muertos y se han ido, así que olvídalos”. Sin embargo, la terapia IADC presenta una nueva forma de abordar el asunto y con una opinión opuesta: la de un contacto continuo y saludable con el fallecido.

Como esta aproximación choca con la ciencia materialista – que nos ha adoctrinado con la creencia de que la vida es solo un camino hacia la aniquilación y la nada – es ignorada y rechazada por muchos terapeutas. “Es todavía muy reciente, pero ya comienza a extenderse” dice Botkin.

Su libro “Comunicación inducida con el más-allá”, escrito junto con el filósofo R. Craig Hogan, se publicó en 2005 y está ya en su segunda edición, coincidiendo con que la televisión comienza a mostrar interés. A la par que ha realizado esta entrevista para NEXUS, Botkin acaba de terminar un documental para la cadena estadounidense HBO que aparecerá muy pronto en el programa “Good Morning America”.

Tras doctorarse en Psicología por la Universidad de Baylor en 1983, Botkin comenzó a trabajar en el Hospital de Veteranos del área de Chicago. Durante los siguientes veinte años se especializó en tratar a los veteranos combatientes de la II Guerra Mundial, Corea, Vietnam e Irak que sufrían estrés postraumático, una condición conocida desde los años 70 como “neurosis de guerra”. Esta condición aparece como consecuencia de haber experimentado o presenciado los horrores de la guerra. En muchos casos los efectos son a largo plazo. Muchas veces los recuerdos quedan enterrados en el subconsciente y muchos años más tarde afectan perjudicialmente a la personalidad del individuo, de forma no siempre claramente ligada a las experiencias del campo de batalla. Durante los primeros doce años de su práctica Botkin se frustraba frecuentemente por los pobres resultados de la “terapia de exposición”, el método habitual de tratamiento, en la que se pedía a los pacientes que, en un entorno seguro y cómodo, reviviesen sus experiencias traumáticas, con la esperanza de que así su respuesta emocional decrecería en intensidad.

Resultados más positivos aparecieron cuando durante los primeros años 90 Botkin se formó en EMDR. Mientras que con la terapia convencional frecuentemente tardaba años en obtener resultados, Botkin comenzó a observar cambios dramáticos con una sola sesión de EMDR y la encontró especialmente efectiva para curar el duelo.

Según Botkin, muchos pacientes en duelo experimentan tres emociones: culpa, rabia y tristeza. Descubrió que la culpa y la rabia solo servían para proteger al paciente de su profunda tristeza y comenzó a presionar a sus pacientes para ir directamente a su tristeza de fondo, puenteando la culpa y la rabia. Comprobó también que los pacientes respondían mejor cuando, tras una sesión de movimientos oculares, cerraban los ojos. Al centrarse en la tristeza la culpa y la rabia desaparecían.


Experiencias con la terapia IADC

Botkin descubrió la IADC accidentalmente durante una sesión con un paciente al que, por confidencialidad, nombra como Sam. Durante su actuación en Vietnam Sam protegió a una niña vietnamita de 10 años, huérfana, llamada Le. De hecho, había decidido adoptarla y llevarla consigo a casa. Un día, mientras Sam y otros soldados ayudaban a Le y a otros huérfanos a subir a un camión para llevarlos a un orfanato, cayeron bajo fuego enemigo. Cuando Sam descubrió el cuerpo sin vida de Le en el barro, junto al camión, quedó desolado y su dolor le acompañó permanentemente hasta las sesiones con Botkin en 1995.

Durante la sesión de EMDR Sam vio a Le como una mujer preciosa, con largo pelo negro y un traje blanco, rodeada de una luz radiante. Ella le habló y le dio las gracias por cuidarla antes de su muerte. Sam estaba extasiado. Estaba convencido de que realmente había comunicado con Le y que había sentido sus brazos abrazándolo.

Inicialmente Botkin asumió que Sam había alucinado. Estaba preocupado porque hubiera perdido su capacidad para distinguir entre realidad y fantasía. Pero tras experiencias similares referidas por otros pacientes decidió experimentar.

Su primer ADC o “contacto con el más-allá” inducido intencionalmente fue con un paciente llamado Gary, cuya hija Julie había muerto a los trece años. Al haber sufrido hipoxia severa durante el nacimiento, Julie nunca desarrolló una capacidad mental más allá de la propia de un niño de seis meses. Tras sufrir un ataque cardíaco y ser llevada al hospital necesitó de soporte vital. Como más tarde mostró signos de ser capaz de respirar por sí misma se la desconectó del respirador. Luchó por respirar, pero murió en los brazos de Gary.

“Las lágrimas caían por las mejillas de Gary mientras me contaba la historia”, recuerda Botkin. “Le expliqué mi nuevo procedimiento y le pregunté si quería intentarlo. Dijo que colaboraría si yo pensaba que eso podría ayudar, pero que estaba convencido de que no funcionaría, porque era ateo y no creía en tales cosas”.

Después de que Botkin realizó con él el procedimiento completo Gary cerró los ojos. “Cuando los abrió tenía una expresión de sorpresa” relata Botkin. “He visto a mi hija. Estaba jugando feliz en un jardín lleno de colores brillantes y luminosos. Parecía sana y podía moverse sin los problemas físicos que había tenido en vida. Me miró y pude sentir su amor hacia mí”. “Hablamos de su experiencia. Gary estaba convencido de que su hija estaba todavía viva, aunque en un lugar muy diferente”.

Pero la expresión de sorpresa de Gary se convirtió en una de tristeza. Cuando Botkin le preguntó qué iba mal Gary respondió que todavía se sentía triste por haber perdido a su hija. Botkin le realizó otra sesión de movimientos oculares y le pidió que mantuviera ese pensamiento en su mente. Gary cerró sus ojos y permaneció así durante unos minutos. “Cuando Gary abrió sus ojos sonreía”. Dijo: “Estuve en el jardín otra vez y pude ver a Julie mirándome. Me dijo: Todavía estoy contigo, papá”. Gary le dijo a Botkin que Julie nunca pudo hablar cuando vivía. Abandonó la sesión sintiéndose feliz y en conexión con su hija.

Un año más tarde Botkin contactó con Gary, quién le informó de que seguía sintiéndose en contacto con su hija. Su nueva creencia era que “las personas no mueren realmente; pasan a una forma diferente y viven en un sitio diferente, que es precioso”.

Un veterano de Vietnam ha contado voluntariamente para este artículo su experiencia con IADC, aunque prefiere permanecer en el anonimato. Le llamaremos Mark. Como artillero de helicóptero, Mark mató a mucha gente durante sus 18 meses en Vietnam, pero el enfrentamiento que más le angustió se relacionaba con cuatro botes llenos de soldados vietnamitas. Inidentificados y sin banderas los botes se introdujeron en un canal militar y Mark y otros cuatro artilleros, siguiendo órdenes, atacaron los botes y “los escupimos fuera del agua”. Recuerda haber visto los cuerpos volando por el aire. Dos semanas más tarde fue informado de que se trataba de tropas amigas. “Se queda en tu mente y realmente te aplasta” se lamentaba Mark y añadía que le habían disparado siete veces y herido dos.

En 2002 Mark solicitó tratamiento en el Hospital de Veteranos. Cuando el terapeuta le explicó el procedimiento de la IADC y le preguntó si le gustaría intentarlo se mostró más que colaborador. Tras la sesión de movimientos oculares Mark se centró en el accidente del bote.

“Lo que ocurrió entonces es que ví una formación de vietnamitas que venían hacia mí” contó Mark, con el recuerdo todavía muy vivo en su mente. “Lo curioso es que estaban en formación rusa, no americana. Dos de los comandantes avanzaron y comenzaron a hablarme en vietnamita”. Mark no les comprendió hasta que realizó otra sesión de movimientos oculares. Continuaban hablando en vietnamita, pero Mark, de algún modo, telepáticamente, sabía lo que estaban diciendo. “Me dijeron que comprendían que hice lo que tenía que hacer, que no me guardaban rencor, porque estaban en un lugar mejor, y que no merecía preocuparse por ello. Entonces se marcharon. Fue muy tranquilizador y se me quitó un gran peso de encima”.

En otra sesión de IADC Mark vio a una mujer llevando a su propio hijo mayor, que había muerto de niño en 1978. Como se concentró en su hijo, de primeras no reconoció a la mujer como a su propia madre muerta.

En esa sesión el niño no habló, pero en sucesivas sesiones el niño volvió a aparecer, primero como un jovencito y luego como un adulto. “Mi hijo me dijo: No te preocupes, papá. Estoy bien. Te veré pronto. No supe qué hacer, si es que voy a morir pronto o qué, pero fue sorprendente”.

Mark volvió a ver también uno de sus accidentes de helicóptero, incluido el dolor y su intensidad. Se esfuerza en explicar las imágenes: “La calidad y la claridad de las imágenes era mayor que en un sueño. Eran absolutamente tridimensionales y estaban contigo. Tienes que experimentarlo para saber como es. No es como el hipnotismo. Lo contaría, pero solo sería una parte. Lo principal es que te da un sentido y la vida tiene más significado de tener una experiencia así. Hay una sensación de continuidad. Es muy reconfortante”.

Ivan Rupert, otro veterano, estuvo preocupado durante años por el recuerdo de una carnicería en Vietnam. Como fotógrafo de guerra, fue reclamado para realizar fotos a un autobús vietnamita que había sido destruido. “Había cuerpos y miembros por todo el lugar”, recuerda, “pero lo que realmente se clavó en mi mente fue la imagen de una mujer embarazada. Pude ver su niño y el cordón umbilical que les unía”

La escena volvió a aparecérsele a Rupert una y otra vez en sus sueños durante muchos años, hasta entrar en la terapia IADC con el Dr. Botkin. Lo que especialmente le angustiaba era que en ese momento había estado más interesado en sacar unas buenas fotos que incómodo por aquello de lo que estaba siendo testigo. Durante la IADC la mujer vietnamita se comunicó con él. “Me dijo que estaba en un sitio mucho mejor y me ayudó a comprender que yo no era el monstruo que yo pensaba. Me dijo que no me culpaba de nada”. Rupert no puede decir con seguridad si la mujer habló en vietnamita o en inglés. “Era como mente a mente, corazón a corazón”, explica, añadiendo que no ha vuelto a tener sueños desagradables sobre la escena.

En la mente de Rupert no hay duda de que realmente comunicó con la mujer vietnamita. “Al principio yo era muy escéptico cuando me lo explicaron. Parecía como un cuento chino, pero fue real. Estoy seguro de que no aluciné y de que no fui hipnotizado. Deseo que la Administración de Veteranos lo apoye y lo ofrezca. Puede dar mucha paz a muchos veteranos”.

Testimonios de otros terapeutas en IADC

Desde que comenzó su ejercicio privado Botkin ha estado enseñando la técnica IADC a otros terapeutas. Una de ellos, Laura Winds, de Bellingham, Washington, cuenta que ha observado cambios dramáticos en los pacientes bajo IADC. “Lo que realmente me lo confirma es la sensación de paz con la que viven”, dice. Recordando una IADC en la que una cliente vio a su esposo fallecido, que había cometido suicidio disparándose, relata la reacción del cliente: “¡Qué raro!¡Que raro! Jim está aquí. ¡Está en la puerta!”. Jim volvió para decirle a su esposa que no debía sufrir.

Otra paciente, cuyo hijo de dos años había sido asesinado por su novio, vio a su hijo durante la IADC y fue capaz de superar gran parte de su duelo. Antes de su sesión de IADC la mujer era escéptica sobre la vida después de la muerte, pero ahora está segura de que existe y de que algún día volverá a ver a su hijo otra vez.

Winds calcula que habrá usado la IADSC con 20 o 25 clientes y todos menos tres han experimentado una curación total o parcial. “Puedes sentir el significado del amor y de la paz que acompañan a la curación”, dice.

La Dra. Katty Parker, una terapeuta de Roselle, Illinois, cree que habrá usado la IADC en 50 o 60 pacientes, con un 80 % de éxito. Una de las sesiones más dramáticas se trató de una mujer que había sido oficial del gobierno de un país africano y que había visto a su tía pisar una mina y volar en pedazos. La tía apareció en la IADC, sonriendo y diciéndole a su sobrina que siempre estaría con ella. “El nivel de curación que se obtiene así es realmente sorprendente”, dice Parker. “Hay un misterio en ello, pero es completamente real para mí y es completamente real para mis pacientes”.


Hania Stromberg, una terapeuta de Albuquerque, Nuevo Mexico, ha conducido 30 sesiones de IADC, aproximadamente, y solo tres de ellas pueden considerarse como fracasos.

Stromberg se lamenta de que muchas personas en duelo no aprovechen esta terapia dinámica. “Conozco mucha gente para la que sería apropiada y desearía que se incorporaran a ella, pero no quieren. La principal razón es porque no están abiertos a ella. En general, la gente no cree en que los muertos están todavía a nuestro alrededor y que influyen en nosotros. He intentado interesar a algunos de mis amigos terapeutas, pero solo he recogido silencio cuando los he abordado. La mente científica es muy cerrada cuando se trata de este tipo de cosas”.

Stromberg parece tener capacidades de clarividencia y clariaudiencia y por eso ha sido capaz de participar en algunas experiencias. En una de ellas un cliente sufría el duelo por la muerte de su madre y se sentía culpable por no haber cumplido algunas obligaciones. Cuando estaba realizando los movimientos oculares Stromberg notó que una presencia entraba en la habitación y vio a una mujer con vestido de colores y tacones altos. La mujer, la madre del cliente, se dirigió a éste con un apelativo cariñoso y comenzó a discutir con él sobre sus problemas. Acabada la sesión Stromberg comparó sus notas con lo que el cliente relataba y todos los detalles coincidían: el vestido de colores, los tacones altos, el nombre cariñoso y el tema de la conversación.

Stromberg nunca se ha visto a sí misma como poseedora de capacidades mediumnicas y nunca se había interesado por estas cosas antes de estas experiencias. “Soy muy sensitiva, pero siempre me he mantenido al margen de la gente que tiene estas experiencias. Nunca me han atraído”.

Cuando al cliente le llega información muy confidencial Stromberg no la escucha. “No soy digna de ello y no participo en ello”. Igual que Botkin, Stromberg tiene una posición neutra sobre lo que ocurre, dejándolo a la interpretación de los clientes.

Las IADC no son alucinaciones

Botkin afirma que el procedimiento EMDR/IADC no implica la hipnosis. “La hipnosis induce al paciente a un estado de pensamiento relajado y concentrado”, explica. “La EMDR, por el contrario, incrementa el proceso de información cerebral”. Le gusta comparar esto con un proyector de cine: durante la hipnosis el proyector va a cámara lenta mientras que en la EMDR se acelera.

Rechaza también la afirmación de que las IADC son alucinaciones. “La evidencia más convincente es que todas las personas que han tenido experiencias IADC las refieren como muy diferentes a cualquier otra experiencia. Las alucinaciones, técnicamente, son percepciones sin estímulo real, lo que quiere decir que solo existen en el cerebro y no tienen nada que ver con cualquier realidad que exista aparte de nosotros mismos. Suelen tener un contenido muy negativo, variando considerablemente entre una persona y otra y suelen ser síntomas de serios desórdenes psíquicos.

Sin embargo, es evidente que el contenido de las IADC es uniformemente positivo, constante de una persona a otra y curativo psicológicamente hablando.

Además, dice Botkin, poder participar en la experiencia – como en el caso de Stromberg y su paciente – redunda contra la teoría de la alucinación.

Menciona también que en la Universidad del Norte de Tejas se siguen estudios científicamente controlados sobre la IADC y espera, optimista, que confirmarán las miles de observaciones clínicas que él mismo y otros terapeutas de IADC llevan realizadas.

“Siento que tengo una obligación moral de aportarlo al mundo. Mi objetivo primordial es ofrecer ayuda a la gente que la necesita, como los veteranos que vuelven de Irak y Afganistán y los supervivientes de desastres”.

Si la IADC es lo que muchos pacientes y terapeutas creen que es, Botkin puede haber realmente realizado el mayor descubrimiento del siglo pasado y quizás del milenium.

Anexo.

LENTA ACEPTACIÓN DE LA TERAPIA IADC

Podríamos pensar que algo con implicaciones tan profundas como la comunicación inducida con el más-allá debería ser motivo de una amplia atención en el campo de la salud mental, en los principales medios de comunicación y entre el público en general. Incluso aun careciendo de pruebas absolutas, la evidencia sugiere seriamente que durante las IADC los pacientes en duelo entran en contacto con sus fallecidos. ¿Qué podría ser más estremecedor y noticiable que esto?

Pero su aceptación ha sido lenta, sin duda porque la comunicación con los muertos es un fenómeno que excede el “umbral de sobresalto” de mucha gente, especialmente de aquellos que han sido programados para creer que todo debe cumplir unos estrictos criterios científicos antes de ser considerado seriamente como verdad. El término “umbral de sobresalto” fue acuñado por Renée Haynes, un investigador psíquico y escritor británico, para definir el punto a partir del cual somos incapaces de aceptar algo como real y surge el escepticismo.

Durante finales de siglo XIX y principios del XX algunos distinguidos científicos investigaron a fondo el fenómeno de la mediumnidad. Descubrieron algunos fraudes, pero concluyeron que “los muertos hablaban a través de los verdaderos médium”. A pesar de su reconocimiento entre la comunidad científica, estos investigadores fueron atacados por sus colegas, que creían que habían sido engañados. Sir Williams Crookes, distinguido físico y químico británico, fue uno de los maltratados. Croques respondió diciendo: “Nunca dije que fuera posible; solo dije que era verdad”.

Cualquier persona que se tome el tiempo suficiente para examinar estrictamente las investigaciones realizadas por Croques, Sir William Barret, Dr. Richard Hodgson, Sir Oliver Lodge, Dr. James H. Hyslop y otros concluirá que hay un predominio de la evidencia – si no una evidencia más allá de la duda razonable – a favor de la supervivencia de la consciencia a la muerte y, de forma paralela, de un mundo espiritual en el que los espíritus habitan en varios niveles de evolución.

Más recientemente la ciencia oficial viene ignorando las evidencias que sugieren que las “experiencias cercanas a la muerte” y los fenómenos de “voces electrónicas” se relacionan con la vida después de la muerte. Los escépticos afirman que estos fenómenos no pueden reproducirse y que, en consecuencia, no son dignos de someterse a la experimentación científica.

“Lo que ocurre es que muchos de ellos no pueden ser controlados o medidos de una forma científica”, dice R. Craig Hogan, filósofo, coautor con Allan L. Botkin, psicólogo, del libro “Comunicación inducida con el más-allá” (Hampton Roads, 2005). “Consecuentemente, no se ha prestado mucha atención a la IADC”.

Como observa Hogan, la gente que se opone a ello está estancada en un paradigma mecanicista, según el cual el mundo físico es fundamental, y se remontan hasta principios del siglo XIX y la “era de la razón”, cuando los científicos proclamaban que el único conocimiento válido es el que procede de la comprobación y la medición, que solo los científicos pueden comprender. “El pueblo simplemente lo aceptó”, afirma Hogan. “Al fin y al cabo, la gente normal había asumido hasta tal punto que el conocimiento pertenecía solo a la Iglesia que no se sentían sus propietarios en absoluto. La persona interior, según la Iglesia, era pecadora, depravada, ingenua y dada a ser influida por el diablo. Cuando la Ciencia le dijo a la gente que esa persona era, además, propensa al error, a la superstición y a una ignorancia infantil con respecto a los hechos del universo movieron la cabeza asintiendo”.

Los medios de comunicación han contribuido al problema, cree Hogan. “Han buscado el enfrentamiento entre el médium y el escéptico y así no puede haber acuerdo”.

Convencido, según parece, de que la IADC implica un contacto real con el mundo espiritual, Hogan explica que el terapeuta debe tomar una posición neutral, dejando la interpretación al paciente. “El papel del terapeuta no es juzgar el origen de la experiencia o el sistema de creencias del paciente sobre el tema. Creo que cualquier terapeuta planteará la discusión en los términos con los que el paciente se sienta más a gusto”

Pero Hogan cree que en algún momento los buscadores de la verdad deberán olvidar los fundamentalismos científicos. “Debemos dejar de intentar ajustar nuestros métodos y estudios a los estrechos paradigmas de las cosas que pueden ser controladas y medidas. No debemos inclinarnos ante las exigencias de aquellos que insistan en el control y la medición. Al fin y al cabo, la mayor parte de lo real no está en esa realidad”

El objetivo de la terapia IADC es la superación del duelo, pero Hogan ve algo mucho más grande naciendo de ella. “La terapia es valiosa porque alivia el sufrimiento, pero esto es mucho menos importante que aquello a lo que nos conduce. Al Botkin ha descubierto chispazos de electricidad, pero lo importante será poder iluminar todas las ciudades”.


Michael E. Tymn.

http://induced-adc.com/

http://general.mindstudies.com/

Contacto con el más allá por medio del teléfono móvil.

Una experiencia espiritual.

Ya he contado en otras ocasiones que a veces siento una presión en el interior del oído izquierdo y que cuando eso me sucede es porque hay algún ser espiritual que está en contacto conmigo y quiere hacérmelo saber. Esto es algo que he podido comprobar muchas veces. Por la intensidad de esa presión, puedo saber si es mi hija, si hay alguien más con ella, o si ella no está. Algo parecido me pasa con mi hijo, pero en ese caso, en vez de una presión, lo que siento es un cosquilleo.

Lo que quiero contar, es que hace ya algunos años, concretamente en el primer trimestre del año 2003 –tres años después de que Elena volase hacia su Nueva Vida- estaba un amigo pintándonos la casa. Aquella tarde, poco antes de que mi amigo diera por terminada su jornada, vino a casa su hija Cristina.

Cristina es de la misma edad que Elena y eran muy amigas. La marcha de Elena supuso un gran desconcierto para Cristina. Esta niña sufrió muchísimo con esa experiencia temprana, tenía 12 años recién cumplidos y, como digo, fue muy difícil para ella, asimilar que su amiga había dejado esta vida. Para nosotros, adultos, es difícil, suponer cómo será su duelo de una jovencita que prácticamente está empezando a despertar a la vida. Baste por lo tanto que sepáis el estado emocional de esta niña.

Bien, pues aquella tarde, cuando Cristina se acercó para darme un par de besos, surgió esa presión en mi oído. Era muy fuerte, como si me estuvieran gritando. Sabiendo que venía de Elena, intuí que lo que me estaba diciendo era que quería hablar con su amiga. Pero en aquel tiempo yo tenía poca experiencia aún con El vuelo de la mariposa y en vez de decir a Cristina que Elena quería hablar con ella, propuse a mi hija que, ya que hablaba continuamente con mi mujer, se lo dijera a ella y así estar seguro que era eso lo que me estaba diciendo.

Después, la niña fue a la cocina para saludar a Ana Mari –mi mujer y poco después el padre y la hija se marcharon. El caso es que Ana Mari no me dijo nada, ni estando ellos, ni después de irse, por lo que tampoco yo di más importancia al suceso.

A la mañana siguiente, lo primero que hizo Ana Mari al despertarse fue decirme que “Ayer, cuando vino Cristina y me dio un beso, no veas cómo me pitaron los oídos”. Lo cierto es que era la primera vez que le pasaba eso, porque la niña hablaba con ella directamente, en cualquier lugar y en cualquier momento, sin necesidad de “un aviso” para que prestase atención. Entonces le conté lo que había pasado conmigo y lo que le había propuesto a Elena. Pero que como no me dijo nada, dejé la cosa como estaba.

Unos días más tarde, guiando un vuelo a una señora, cuando ésta hablaba con Elena, recordé lo que había pasado y pregunté a la niña si quería hablar con Cristina. La señora me dijo que respondía sí, que era su amiga y que tenía que decirle algo muy importante. Aclaro que la señora no sabía quien era Cristina y menos aún la relación que tenían entre ellas.

Entonces, tras esta confirmación, hablé con los padres de Cristina contándoles todo lo que había pasado y, además, les di una copia de la grabación de El vuelo de la mariposa para que ellos decidieran qué hacer con todo ello. Acordaron decírselo y que la niña decidiera. Pero ella pensó que no y no se volvió a comentar nada más.

Había pasado un año desde entonces. Estábamos Ana Mari y yo en una cafetería, cuando sonó su móvil. Era María José, la madre de Cristina. La conversación se desarrolló más o menos así:
.- Ana Mari descuelga y dice: “¿Diga?”
.- María José: Hola, que le llamo porque acabo de recibir tres mensajes vacíos desde ese teléfono y, claro, siendo algo extraño me ha chocado.
.- Ana Mari: Pero, Mari Jose, que soy Ana. ¿No sabes que me estás llamando a mí?
.- María José: ¡Ay, Ana! No, no sabía que eras tú. Es que se me perdió el móvil y ya no te tengo en mi lista de contactos.
.- Ana Mari: ¡Ah! Jejeje…
.- María José: Pues es que resulta que me acabas de enviar tres mensajes sin texto, con un intervalo de dos minutos y he pensado que serían de alguien que me quiere tomar el pelo. Así que me he dicho, voy a llamar a ver quien es el gracioso o la graciosa, jejeje…
.- Ana Mari: Yo no he enviado ningún mensaje. De hecho aún no he enviado ninguno desde que tengo el móvil y no sabría hacerlo.
.- María José: Pues no sé. Qué raro, ¿verdad?
Ana Mari me comenta lo que María José le está diciendo y los dos pensamos que Elena estaba por medio. En aquél tiempo, la niña nos bombardeaba con señales.
.- Ana Mari: Pues sí. No sé. …Esto me suena a cosa de Elena, jejeje…
Se ríen y lo dejan ahí. A continuación se lían a charlar de sus cosas. Y María José comenta que está preocupada porque Cristina quiere irse de acampada el próximo fin de semana. Es la primera vez y como está tan delicada, su padre y yo, no nos atrevemos a dejarla ir. Entonces Ana Mari le dice que la dejen, que seguro que lo de los mensajes vacíos ha sido cosa de Elena, para decirles que va a estar al lado de su amiga y que se queden tranquilos, que todo va a ir bien.
Siguen charlando un ratito y ya se despiden. Esto sucedía un jueves. La acampada era a partir del viernes. Cristina disfrutó de su fin de semana sin ningún problema.

Cuatro días después, el lunes por la mañana, estábamos Ana Mari y yo, otra vez en la misma cafetería, y sonó el móvil. De nuevo, era Maria José:
.- Ana Mari: Dime Marijose
.- María José: Oye, Ana, me acaban de llegar otros diecisiete mensajes vacíos desde tu móvil, jejeje…
Eso ya era demasiado serio.
.- Ana Mari: Marijose, aquí mismo hay una tienda de Vodafone y ahora mismo voy a ir con el móvil a ver qué me dicen, porque yo no lo he tocado y no vaya a ser que como lo llevo en el bolso, hayan podido enviarse los mensajes mientras andaba. ¿Y tu niña, qué tal le fue su excursión?
.- María José: ¡Nada!, muy contenta. Dice que lo ha pasado muy bien y no ha habido ningún problema. ¡Por cierto! Dice Cristina que las dos noches ha soñado con Elena. Luego le digo que os llame y os lo cuente.

Se despidieron, y nos fuimos hacia la tienda de telefonía.
Yo me quedé en un establecimiento de venta de alimentos para animales, que trabaja una amiga nuestra y Ana se fue a la tienda de Vodafone, que estaba justo al lado.

Cuando se reunió con nosotros, nos contó que le había dicho la dependienta, que era imposible que los mensajes se hubieran enviado solos desde el bolso. Y terminó comentando en broma “que eso era cosa de “Expediente X”, una serie que por aquel entonces ponían en la televisión. Ana Mari, le contó que tenía una hija en el Cielo y que sería cosa de ella.
Nos dijo que la dependienta se puso blanca y que no sabía si le impresionó más el saber que la mujer que estaba delante tenía una hija en el Más allá, lo que había pasado con el móvil, o las dos cosas. Nos reímos, contentos y después de estar un ratito con nuestra amiga, nos fuimos a casa.

Por la tarde nos llamó Cristina y nos contó lo de los sueños con Elena. Nos dijo que los sueños de aquellos dos días fueron iguales. Que ella estaba haciendo la cama de su habitación y que al terminar, resulta que estaba Elena sentada en la cama y que se ponían a hablar. No dio más detalles, ni sé si habría algo más que contar y se lo guardó –ya sabéis esas cosas de los niños que guardan como un secreto.

Debido al modo de tarifa del teléfono de Ana Mari, recibía todos los meses la factura del consumo. Así que después de lo sucedido, esperábamos la próxima ‘como agua de mayo’. Por fin llegó y comprobamos que efectivamente quedaron reflejadas las llamadas de los mensajes que, según nos había advertido nuestra amiga, estaban oportunamente reflejadas en la factura, como podéis comprobar en las dos partes de la factura que adjunto a este relato.

Pero esto no termina aquí, aún hay más, aunque, como veréis, lo que sigue es bastante serio por lo que tiene de trascendente.

Como consecuencia de los nuevos mensajes en el móvil de su madre y, supongo, también por los sueños que tuvo la niña aquellas dos noches durante su excursión, se decidió a hacer El vuelo de la mariposa, “porque quería hablar con su amiga”. Sus padres estuvieron de acuerdo y quedamos en mi casa para unos días más tarde.

Llegó el día y nos reunimos Cristina, su madre, su hermana –tres años mayor que ella, dos amigas mías especialistas en el tema del Más allá, mi mujer y yo.
La niña conectó con mucha facilidad. Fue muy emocionante verla suspirar, reír y llorar, todo a la vez. Su “vuelo” estuvo también salpicado de momentos de silencio, en los que la veíamos gesticular moviendo la cabeza, como si estuviera conversando con alguien a quien nosotros no veíamos. Cuando terminó se experiencia, la niña, que por aquel entonces, ya tenía dieciséis años, estaba relajada, contenta y su ademán era sereno y reflexivo.

Al día siguiente, vino a casa la hermana mayor. Nos contó que, el día que Cristina estuvo en nuestra casa, que la estaba pintando su padre, acababa de salir del hospital. Que la habían ingresado para hacerle un lavado de estómago, porque se había atiborrado de pastillas.
Entonces comprendimos que el interés de Elena por hablar con su amiga, iba más allá de un encuentro motivado por el cariño que las unía, sino que era una misión especial, seguramente dirigida por un ser de alto nivel espiritual.

Podéis ver la factura (dos hojas) en la dirección Web de más abajo.
Para poder ver el texto de la factura, mirar las dos hojas en modo de “presentación”. También podéis hacerlo copiándolas en el escritorio del ordenador y una vez allí, abrirlas con “Visor de imágenes y fax de Windows”, de esta forma se pueden ampliar lo suficiente como para distinguir el texto claramente.
http://cid-5442ca12f801b298.skydrive.live.com/redir.aspx?page=play&resid=5442CA12F801B298!2433


Jose luis de la Rica
Madrid 4 de Octubre del 2010

P.D. En esta dirección Web, podréis ver “Los hijos que parten con la aurora”
http://www.youtube.com/watch?v=dzj3-is5Q_w&fs=1&hl=es_ES&color1=0xe1600f&color2=0xfebd01