Relato de la experiencia de Merche:
Cuando Merche llega al otro plano, lo primero que ve es una puerta de madera. Una puerta antigua que describe fielmente. Tras la puesta había un habitáculo y allí, sentada en una silla se encontraba una niña de unos 8 ó 9 años. La describe perfectamente. Cuando la niña ve a esta mujer empieza a llorar desconsoladamente y esta señora llora también con mucha pena. Abraza a la niña y le preguntamos que por qué llora. Dice que es que está muy sola. Le preguntamos que cómo se llama y nos dice que se llama Mercedes. Le digo si sabe que ha muerto y dice: “No sé,...¡yo estoy aquí!”. Entonces trato de convencer a la niña para que se vaya con esa mujer, pero ésta me dice que se ha agarrado a su brazo y que no la suelta. La niña está ya más tranquila y la señora también. Así por fin nos vamos de esa casa, de la que sólo había visto la puerta de entrada.
Tras salir de la casa y caminar un poco alcanza a ver un pueblecito a lo lejos. Le digo que se dirija hacia él y, cuando van de camino, ve venir corriendo desde ese pueblo a una señora vestida de negro riguroso. Cuando está más cerca, la niña se suelta del brazo y corre al encuentro de esa mujer de negro. Se abrazan llorando las dos y la señora hace lo mismo. Al poco rato le digo que vaya junto a ellas y las abrace. Después preguntamos que qué relación tienen entre ellas y la señora de negro dice: “¡Es mi niña!”. Consideramos por tanto que es la madre. Preguntándola nos dice que había renunciado a creer en Dios porque se había llevado a su hija. Que llevaba mucho buscándola y que no había visto a nadie desde que llegó a ese lugar. A continuación se van con la señora de la experiencia tranquilamente, pero muy fuertemente unidas.
Más adelante llegamos a un parque. Cuando la niña ve a los niños jugando sale corriendo y se va con ellos. La señora de negro ha cambiado totalmente su mirada, ésta brilla de alegría. Llamamos a un niño. Dice que debe tener unos cinco años, le digo que le coja en brazos, pero me dice que no puede con él porque es muy gordito. ¡Un pequeño detalle! Que hace percibir la experiencia como algo muy normal. Preguntamos al niño si conoce a Gloria y a Elena. Nos dice que Elena no está allí. Le digo que nos lleve a donde esté y juntos salen caminando el niño, la niña, la señora de negro (que creemos que es la madre) y la señora que está teniendo la experiencia.
Llegan a otro lugar parecido también a un parque. Allí los chicos son más mayores y dice la señora que percibe que allí hay más alegría que aún que en el lugar en que encontramos a este niño. Preguntamos a un grupo de muchachos si conocen a Elena y a Gloria y nos dicen que a Elena sí. Uno de ellos acompaña a la señora y la niña, la señora de negro y el niño se quedan. Ya no volvemos a verlos más.
En fin, Elena lleva o trae a Gloria (no recuerdo bien) y más tarde esta mujer conecta también con su hermano y su cuñada.
Pero ahora viene lo mejor:
Unos días después, Merche fue de vacaciones a su pueblo y cuando volvió me contó lo siguiente:
“La casa de mi pueblo está en un extremo del mismo. De tal manera que cuando salgo a darme una vuelta por el campo lo hago por ese lado y hace años que no cambio de itinerario. Pero un día se me ocurrió salir a pasear por el lado opuesto. Cuando casi salí del pueblo de pronto vi la puerta que vi durante ‘El vuelo...’. Me sentí tremendamente impactada y temerosa. Como iba con otras vecinas no dije nada, pero cuando me quedé con una prima que le gustan ‘estas cosas’ le confesé lo que me había pasado y le conté la experiencia de ‘El vuelo...’.
“Yo no quería saber más pues tenía mucho temor, pero mi prima se las ingenió para volver por aquel mismo camino, pero esta vez iba mi madre y algunas mujeres mayores más. Cuando pasábamos frente a la puerta mi prima preguntó si vivía allí alguna niña, y mi madre dijo que sí, pero que la pobrecita había muerto de tuberculosis y que tenía catorce años. Me tuve que sentar porque me caía al suelo y las señoras se alarmaron pensando que me estaba dando un ataque. Cuando se me pasó, mi prima insistió describiendo a la niña tal como yo la había visto. ¡Efectivamente!, sus rasgos eran los que vi. Preguntó si se llamaba Mercedes. Dijeron que no, que se llamaba María... Pero que quien se llamaba Mercedes era su madrina. (La persona que acompaña al bebé en el bautismo). Y que entre ellas había una relación muy fuerte, más incluso que con la madre. Contaron que la madrina murió unos años después y que nunca se quitó el luto”.
Al parecer la madre no vive ya en el pueblo y Merche no quiere investigar más.
Que la niña tuviera el aspecto de 9 años teniendo 14, se puede explicar por el estado de abandono que esta niña padecía tras su muerte, además de por el tipo de enfermedad que padecía. Que dijera llamarse Mercedes –un nombre que en el pueblo no se llama nadie más, sólo la madrina de la niña, según me contó-, se podría explicar porque la niña anhelaba la compañía de su madrina y después de 16 años que hacía que había fallecido podría muy bien equivocarse de nombre, ¿no os parece? En lo que sí que hay diferencia es en los años transcurridos desde el fallecimiento de estas dos personas. Durante la experiencia la madrina decía que llevaba como treinta años buscando a “su niña”. Podemos explicar esta distorsión en la concepción del tiempo como consecuencia de la ansiedad por encontrar a la niña y también por el hecho del no-tiempo en el Más allá. Además, como nos dijo, no había visto a nadie desde que estaba en ese lugar, por lo que la referencia del tiempo se desvirtuó sin duda. Aunque dedujimos que era la madre de la niña, ella en ningún momento nos contradijo. Quizá era la madre en realidad... Tantas cosas pasan... Pero lo que es cierto es que anímicamente esa mujer sentía a la niña como hija propia.
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